Compartiendo su historia de lucha y redescubrimiento espiritual, enfatizando que Dios lo puso en este mundo para predicar., el actor compartió un mensaje que se basó en el poder de la fe y la gracia del Señor. Washington compartió fragmentos de su vida difícil, incluyendo su infancia y el tiempo en que se alejó de Dios. Rechazó y luego volvió a abrazar su fe, reconociendo que Dios siempre mostró paciencia con él. Su testimonio incluyó la superación de desafíos como el consumo de drogas en su juventud. En su intervención, Washington recordó el Salmo 19:14 y refirió que cada persona tiene su propia plataforma, pero un propósito común dado por Dios. También enfatizó la importancia de la gracia divina en su vida, incluso cuando enfrentó altibajos fama y mundanos. “Estoy aquí para decirles que Dios no los puso aquí para jugar al fútbol americano. Les dio ese don, pero ese no es su propósito en la vida”, instando a cada joven a arraigarse en la fe en Dios. El actor compartió con los atletas de la Universidad de Colorado su historia personal de fe, hablando sobre cómo un corazón endurecido puede ser transformado por la misericordia del Señor, recordando su propio camino espiritual y cómo antes había abandonado a Dios, pero gracias a la misericordia, regresó a la fe retomando su propósito. Washington enfatizó que la verdadera grandeza no radica en la riqueza o la fama, sino en el impacto positivo que se puede tener en la vida de los demás. Les instó a considerar qué legado deseaban dejar, destacando que el amor y la gracia son dones más valiosos que cualquier posesión material. Durante una sesión de preguntas y respuestas, Washington compartió una profecía que recibió en 1975, en la que se predijo que predicaría a millones. No mencionó la fama ni los premios, sino el propósito más amplio de su vida. También les advirtieron sobre los desafíos que acompañan a las bendiciones, usando la metáfora de que cuando se ora por lluvia, también hay que estar preparados para el lodo que puede surgir. Para finalizar, animó a los jugadores a dialogar con Dios de manera similar a cómo lo harían con sus padres y practicar el silencio matutino para escuchar, recordándoles que cada obstáculo es una oportunidad para crecer y ayudarse mutuamente como equipo.