Un ejemplo destacado de esta práctica se encuentra en Río de Janeiro, donde se erige la Escada de Jacó (Escalera de Jacob) en el barrio de Irajá, al norte de la ciudad. Decenas de creyentes acuden a este pequeño montículo para orar de manera íntima, lejos de los templos convencionales. El monte ha sido testimonio de una transformación notable, pasando de ser un área de tortura del tráfico a un lugar de encuentro espiritual.

Los montes de oración en Brasil no están asociados a milagros o apariciones, sino que son terrenos mayormente públicos que los cristianos evangélicos han ocupado, administrado y cuidado. Muchos de estos espacios, antes utilizados para actividades relacionadas con la delincuencia, se han convertido en lugares de paz y reflexión, contribuyendo al bienestar de la sociedad.

La gestión de estos montes es descentralizada y colaborativa entre diferentes denominaciones pentecostales, las iglesias que más han crecido en Brasil recientemente. La falta de intermediación pastoral y la atmósfera de recogimiento han atraído a fieles en busca de una experiencia espiritual más directa y personal.

A pesar de generar tensiones con otras religiones, como el candomblé y la umbanda, seguidores de tradiciones africanas que se sienten discriminados, el movimiento de los montes de oración continúa expandiéndose. Recientemente, el Ayuntamiento de Río de Janeiro anunció planes para reformar y mejorar otros diez montes de oración, e incluso la construcción de un parque temático dedicado al cristianismo.

En medio de la naturaleza, lejos de los templos tradicionales, los montes de oración en Brasil se han convertido en refugios espirituales donde los fieles buscan conectar con lo divino de una manera más auténtica y personal, marcando una nueva forma de vivir la fe en el país sudamericano.