CONMOVEDOR: Bebé desafía a los médicos al sobrevivir con solo 23 semanas de nacida, “Dios tiene un plan”
Jacob y Jennilee Mire atravesaron una profunda pérdida cuando su hija, Ray, falleció a las 26 semanas de gestación debido a problemas en el útero, y pesar de tratar su dolor con Dios, la verdadera experiencia que les cambió la vida estaba a punto de ocurrir.
El dolor fue desgarrador y difícil de procesar, como describió Jacob: “La muerte de un bebé nos ha destrozado”. En medio de esa tragedia, Jennilee expresó cómo la experiencia la llevó a aferrarse a su fe, afirmando que, cuando enfrentas una pérdida tan devastadora, lo único que importa verdaderamente es Dios.
Dos meses después de esa dura experiencia, la pareja recibió la noticia de un nuevo embarazo, una bendición que les llenó de esperanza, pero también de temor, pues ella enfrentó miedos profundos debido a los desafíos previos, pero decidió confiar en la fidelidad de Dios y en las oraciones que los fortalecieron.
“Sé que el miedo no viene del Señor. Así que intenté aprovecharlo. Asistí a un servicio de avivamiento y oraron por mí. Tuve un encuentro sobrenatural con el Espíritu Santo. En ese momento, fue como si me tocara. Y partes de mí comenzaron a sanar”, recordó.
Jennilee compartió que un predicador oró por ella y Jacob, profetizando bendiciones sobre su bebé, lo cual le dio confianza para enfrentar su camino. Guiados por su fe en Jesús, la pareja continuó con el seguimiento médico.
Sin embargo, tras una ecografía a las 20 semanas, Jennilee descubrió que algo no estaba bien: su cuello uterino parecía estar completamente borrado, lo que implicaba el riesgo de perder nuevamente a su bebé.
La noticia de que su hijo podría no nacer fue devastadora para Jacob y Jennilee. Con el corazón roto, decidieron orar para pedir la protección de Dios. Finalmente, un médico logró cerrar el cuello uterino de Jennilee, pero dos semanas después, ella entró en trabajo de parto prematuro con sólo 23 semanas de gestación, una situación extremadamente delicada para el bebé.
La Dra. Sarah evidenció la fe de los padres de Madelyn, quienes oraban junto a su cama, afirmando que los resultados no serían fatales. Tras pruebas, Jennilee confirmó que el líquido cerebral estaba limpio y la médica reconoció el poder de sus oraciones.
Madelyn, respirando por sí misma a los 18 días y con una cardiopatía curada milagrosamente, demostró una recuperación inexplicablemente atribuida a la fe y oración familiar.
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