Por: REVERENDO ARIEL DIAZ Muchas veces pensamos que nuestra reputación o nuestro control no pueden ser tocados, pero Dios nos enseña que la verdadera confianza y obediencia van más allá de lo que somos capaces de hacer. La historia de Abraham es un ejemplo radical. Este hombre había esperado toda su vida por un hijo, y cuando finalmente lo tuvo, Dios le pidió que lo sacrificara. ¿Qué tan dispuesto estás a entregar aquello que amas más en este mundo? Abraham no solo obedeció, sino que confió. Juntó la leña, preparó el altar y, en medio del silencio, seguramente con el corazón roto, escuchó a Isaac preguntar: “¿Dónde está el cordero para el sacrificio?”. Abraham respondió con fe: “Dios proveerá”. Y fue así como, al alzar el cuchillo, Dios lo detuvo y proveyó un carnero. No se trataba del sacrificio de Isaac, sino de la disposición de Abraham a entregarlo todo por Dios. ¿Qué nos enseña esta historia? La fe es absoluta: No hay medias tintas con Dios. O confiamos plenamente en Su plan, o vivimos en nuestra propia fuerza. ¿Hasta dónde estás dispuesto a confiar cuando no ves una salida? La obediencia es total: Abraham no cuestionó a Dios. Preparó todo con la seguridad de que el Dios que le prometió descendencia era el mismo que le pediría obediencia. ¿Estamos dispuestos a seguir a Dios sin reservas? Dios nunca falla: Aunque parece que todo está perdido, Dios siempre provee en Su tiempo perfecto. ¿Crees que Él está obrando incluso en los momentos de mayor oscuridad? La prueba de Abraham nos recuerda que no se trata de lo que estamos dispuestos a perder, sino de cuánto estamos dispuestos a confiar. El sacrificio verdadero no es el de Isaac, sino el de nuestra voluntad rendida ante Dios. ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por Aquel que ya lo dio todo por ti?