TEMA DE CONVERSACIÓN
8 de octubre de 2025
Permanecer en Cristo: La Decisión que Va Más Allá del Primer Amor

Por El Pastor Alan Fleitas
Cuando el Evangelio llega a nuestra vida, se produce un milagro: un nuevo nacimiento. Nacemos por fe a una vida nueva, llenos de esa luz y gozo inicial que todo lo transforma. Es el primer amor con Cristo, un momento inolvidable. Pero, ¿qué sucede cuando llegan las tormentas? Un gran porcentaje de los creyentes, al enfrentar la adversidad, comienzan a dudar. Las bendiciones que una vez fueron tan tangibles parecen desaparecer, y las preguntas que nos apararece son : ¿Fue real? ¿Dios se olvido de mi?
La respuesta es clara y contundente: Dios nunca nos muestra la luz de la salvación para quitárnosla. El problema no es la fidelidad de Dios, que es eterna, sino nuestro entendimiento de lo que aceptamos al nacer de nuevo. Al recibir a Cristo, no firmamos por una vida de bienestar temporal, sino que aceptamos una vida ligada a Jesús, guiada por el Espíritu Santo y en completa dependencia del Padre. El compromiso del Evangelio es radical: es vivir por Cristo y para Cristo.
Entonces, si la promesa es segura, ¿qué es lo que me impide permanecer en Cristo? ¿Qué frena mi crecimiento?
Jesús nos da la clave en Juan 15 con una imagen poderosa: la vid y los pámpanos. Él es la vid, nosotros las ramas. Y nos deja una instrucción crucial: "Permaneced en mí, y yo en vosotros". El permanecer no es un consejo, es un mandamiento que define todo.
Jesús dice: "Ya estáis limpios por la palabra que os he hablado" (Juan 15:3). La salvación es un hecho, somos hechos nuevos. Pero la vida fructífera depende de nuestra conexión continua con Él. Separados de la vid, la rama se seca. No es que perdamos la salvación, sino que perdemos la vitalidad, el propósito y la eficacia.
"El que en mí no lleva fruto, será quitado" (Juan 15:2). Un fruto central de permanecer en Cristo es una vida con propósito. No es solo actividad religiosa, es la manifestación visible del carácter de Cristo en nosotros: amor, gozo, paz, paciencia. Si no hay fruto, es señal de una conexión rota. Nos cuestionamos las bendiciones de Dios cuando nosotros, en nuestra desconexión, hemos dejado de producir la evidencia de su vida en nosotros.
"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho" (Juan 15:7). La oración efectiva no es un cheque en blanco; es el resultado de una vida tan alineada con la voluntad de Cristo que nuestros deseos se conforman a los suyos. Pedimos lo que Él quiere, y por eso recibimos.
¿Qué nos frena? A menudo, son cosas que nos cuesta entregar: el orgullo, la autosuficiencia, los ídolos del corazón, el amor al mundo. Queremos a Jesús cuando estamos de ánimo, pero le relegamos cuando su camino choca con nuestro comfort.
Permanecer es una decisión diaria, consciente y deliberada. Es elegir la vid por encima de la rama independiente que cree que puede, pero que termina secándose. Hoy es un buen día para examinarnos: ¿Estoy permaneciendo o solo visitando a Cristo ocasionalmente? La decisión de permanecer es la que transforma la fe del primer amor en una fe inquebrantable, capaz de superar toda duda y toda tormenta.
"Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (Juan 15:4).
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